EDITORIAL:-
Nueva vez, las manifestaciones políticas y sociales exigiendo la renuncia del presidente Jovenel Moise se realizan con el ímpetu y los niveles de violencia a los cuales nos tienen acostumbrados los haitianos, con el agravante de que la salida de la fuerza de estabilización de las Naciones Unidas (ONU), reduce significativamente la capacidad operativa de la Policía haitiana para mantener el arden público caótico y sin visos de mejorar.
Con las perspectivas sombrías de un desmoronamiento del actual gobierno, es previsible la creación de un vacío de poder ocupado en su momento por las bandas delincuenciales armadas, que en esa nación ya controlan amplias zonas geográficas, por la inexistencia de un brazo institucional haitiano en posición de mantener el control social necesario.
En tiempos de crisis,la oligarquía y las bandas de provocadores haitianos hacen del antidominicanismo una comunidad de intereses para atacar instalaciones diplomáticas dominicana, bajo las falsas premisas de supuestas violaciones a los derechos humanos de los haitianos en la República Dominicana.
Las arremetidas anteriores contra esos locales fueron contenidas por la tropas de la ONU, pues extrañamente la Policía Nacional haitiana desaparece en esos casos. La diplomacia allí debe estar preparada.
El acuerdo suscrito esta semana entre los partidos y organizaciones sociales de oposición en Puerto Príncipe con la hoja de ruta a seguir en la actual coyuntura hasta derribar a Jovenel Moise, acercan al mandatario cada hora que pasa, al oscuro abismo del derrocamiento, pero también abrirá las compuertas al caos infernal de punta a punta, en ese país.
Las inminentes avalanchas de hatianos huyendo del terror, el desorden y la muerte en Haití se dirigirán hacia la frontera y como ya dijimos, sin la presencia del lado haitiano de una fuerza internacional de contención, por lo tanto el Estado dominicano debe disponer ya una alerta máxima de las Fuerzas Armadas para proteger a dominicanos en Haití y para que cuando la muchedumbre haitiana se desborde hacia la zona limítrofe, no nos sorprenda desprevenidos como siempre, mirando hacia el horizonte y actuando luego de las catástrofes.